FRANCMASONERÍA Y LIBRE PENSAMIENTO

¿Libertad de pensamiento? ¿Es que no existe ya una libertad manifiesta, clara y aceptada en el pensar cotidiano de nuestra época? Pues resulta que no, el problema de las libertades es uno de los más antiguos de la Historia y encierra unas complicaciones dialécticas mucho mayores de las aparentes; por diversos motivos, como el peso de unas predeterminaciones gobernadas por el contexto sociocultural, las ficciones simbólicas (ideológicas) que reglan la realidad y los poderes comunicacionales, entre otros. En efecto, el libre pensar es una arquitectura que demanda explorar la soberanía interpretativa, los procesos subjetivos y nuestra función como maestros de obras de la construcción histórica.

Vladimir Carrillo Rozo, docente del Curso en Sociedades de libre pensamiento de la Fundación UNED

Las complejidades asociadas al viejo problema de la libertad, por ejemplo, en términos filosóficos y psicológicos, no solo han sido abordadas repetidamente por distintos ámbitos de las ciencias sociales. También es uno de los aspectos angulares de organizaciones con larguísima presencia en Europa y América. Entre las colectividades que tienen en su centro de estudios la aspiración a un sujeto y una sociedad cuyo libre pensamiento marca el horizonte del progreso social y cultural está, por supuesto, la francmasonería.

La francmasonería es una praxis que se realiza, entre otras formas, durante la edificación de una individualidad que no impide las conductas necesarias para la construcción de una sociedad de los derechos y las libertades civiles.

Claro, cuando la masonería, aquella compañía de constructores libres, se enfrenta a la realización de su proyecto puede toparse con una dialéctica conflictiva entre sus aspiraciones y la realidad, entre la terquedad bruta de la piedra y la imagen de aquella escuela de pensamiento donde se construyen los nuevos axiomas y sistemas de ideas que hemos leído en los libros más audaces.

Sabemos del potencial transformador y emancipador de la Orden, de su acervo para construir un modelo filosófico útil para desentrañar los misterios del sujeto y la materialidad. Pero, a pesar de ello y siendo fiel reflejo del mundo actual, vivimos entre el mito y el susto, en una levedad que podría hacernos temer por el porvenir. Al mismo tiempo podemos sentirnos tentados (por la propia emocionalidad comprometida) a vivir todos los dramas, extenuarnos y llorar por un mundo donde la triada libertad, igualdad y fraternidad se ha convertido en leyenda y relato de ficción.

En el centro de nuestro modelo de trabajo tenemos la lectura, la escritura y el debate de nuestros procesos psicológicos e intelectuales. Los temas por los que transcurren nuestros trazados son una cuestión difusa, unas veces es acordada y en otras responde a las necesidades del obrero que toma la palabra.

Naturalmente, luego de una existencia tan larga, la francmasonería ha ideado un denso modelo pedagógico, un método… Incluso han surgido ideas interesantes sobre formas de avanzar en el viaje intelectual. Por ejemplo, ¿y si nos pusiéramos de acuerdo en una lista definida de textos que todos/as estudiáramos, con objeto de hacer trazados críticos sobre el mismo desde distintos ángulos?
¿Para, al final, producir un cuaderno de arquitectura en forma de aporte a la construcción del pensamiento? Para hacer algo así, además, no necesitamos reflexionar por igual. ¿Y si trabajamos en un aporte realmente original a partir de textos centrales de la historia de las ideas salido del prisma masónico, del temple de las herramientas, de las tres columnas y de lo que sabemos aquí sobre el funcionamiento de la subjetividad del constructor libre?
Como se argumenta en la presentación del Curso en Sociedades de libre pensamiento y su contribución al imaginario de Occidente de la Fundación UNED, han existido corrientes, la Escuela de Frankfurt es, tal vez, uno de los mejores ejemplos, donde un grupo de intelectuales (con intereses algo dispares) se reunieron para estudiar a pensadores clásicos y contemporáneos, hicieron tanto especulación teórica como investigación y, con el tiempo, edificaron aportes originales que cimentaron enfoques nuevos, precisamente, pasando ideas ya elaboradas (como, por ejemplo, la alienación en algunos miembros de la Escuela de F) a través de sus propias teorizaciones.

¿Y si nosotros y nosotras creamos algo así? Tenemos toda la base necesaria: una frecuencia e intensidad de trabajo, un método y lenguaje común, subsistemas simbólicos también comunes, un sistema de utopías político-sociales comunes, cierto acuerdo mínimo sobre los mitos y memoria histórica de la organización, etc. Y, tal vez, lo más importante: el deseo de ser útiles a la sociedad y a una humanidad cuya inmensa mayoría sufre toda clase de amenazas a sus derechos y soberanía reflexiva e interpretativa.

SOCIEDAD DE LIBRE PENSAMIENTO: EL CASO DE ESTUDIO


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La Orden tiene más de 300 años de existencia, reúne a unos obreros con inquietudes y amor al conocimiento. Si algo les caracteriza es que buscan la forma de avanzar. Entre tanto, algunos se preguntan por una teoría masónica del desarrollo social e histórico (salida de trabajar bajo nuestro legado simbólico a pensadores que se hayan ocupado de estas cuestiones).

También surgen interrogantes acerca de una teorización masónica original sobre el psiquismo o subjetividad, salida de analizar desde nuestro prisma a los enfoques clásicos y contemporáneos de la Psicología. ¿Tenemos un enfoque original, para proponer en un espacio académico o cultural, sobre epistemología, ética, política o estética?

Existen proyectos sobre una filosofía masónica posicionada frente a corrientes que, la academia lo sabe muy bien, aún tienen un peso importante, como el materialismo, la fenomenología, el existencialismo o la hermenéutica.

Concretemos más: La Ilustración. Si hay un movimiento cultural e intelectual con el que la francmasonería tiene un nivel profundo de identidad, ese es la Ilustración. Podría ser un buen comienzo, porque tenemos ya análisis masónicos sobre la materia de gran interés.

¿Y si construyéramos la crítica masónica de la Ilustración? ¿O la crítica de la crítica masónica de la Ilustración? Un enfoque analítico propio que se asome a ese momento extraordinario de la Historia desde lo que se ha dicho sobre él en el siglo XX y XXI. Es decir, donde el Iluminismo sufre sus contradicciones más bestiales e irresolubles, por lo tanto, las más interesantes (de nuevo, como se argumenta en la presentación del programa en Sociedades de libre pensamiento de la Fundación UNED). Podemos hacerlo, porque si sobrevive algún testimonio cultural y sociopolítico del período al que me refiero, ese es la francmasonería.

Concretemos más: ¿Y si utilizamos los significantes mínimos de nuestros subsistemas simbólicos para “filtrar”, a través de éstos, a las grandes críticas a la Ilustración? (por ejemplo, la Dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer por medio del relato de la francmasonería).

Todavía más interesante: ¿Y si contextualizamos una crítica masónica, por ejemplo, sobre el pensamiento entre 1933 (con el discurso del rectorado de Heidegger) y 1944 (con la primera aparición de la Dialéctica de la Ilustración)?
El anterior parece ser un cometido fascinante. Por supuesto, la acción formativa puesta en marcha por la Fundación UNED sobre Sociedades de libre pensamiento no es un curso sobre masonería, sino un programa donde la Orden es utilizada como caso de estudio desde las temáticas y prismas propuestos. De ahí que hablemos de un ejercicio fundamental, por perseguir rigurosidad académica.

SOCIEDAD DE LIBRE PENSADORES Y PENSADORAS: ALGUNAS PREMISAS

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Hablemos de algunas premisas filosóficas iniciales, tal vez resulten interesantes para los y las estudiantes de este curso. Nuestro supuesto origen en los antiguos constructores de catedrales, el uso de la metáfora constructiva como parte de la base pedagógica, revela una circunstancia e inspiración profundamente técnica.

Una permanente llamada a la “técnica” impregna toda explicación sobre nuestros orígenes político-ideológicos. También vemos la manera como es estratificado el conocimiento que, en teoría, nos pertenece o conforma la memoria colectiva: la estructura de grados. La tradición iniciática (que, por otra parte, es una reverberación, una excitación de la subjetividad) se suma a la inspiración técnica. Lo que permite proponer a la masonería como un testimonio vivo de los temores y esperanzas que surcaron todo el proyecto moderno.
Esta es una propuesta elemental de marco teórico: La francmasonería, una tradición iniciática más una situación técnica (pero sin cosificación del sujeto y sus relaciones sociales) más una condición moderna.
Esto, necesariamente, acerca a la praxis masónica a una reflexión mucho más filosófica que religiosa; formando una pretendida escuela que toma elementos tanto míticos como racionales. Puede que similar al pensamiento expresado en Ortega y Gasset, tal vez los francmasones están anhelando una progresión desde el idealismo occidental hasta una alianza nova entre irracionalidad y racionalidad, para lograr una renovada visión total (sin resignación) del ser y sus fronteras, una derrota de los demonios, un dejar de esperar milagros, la caída de la zafiedad

De lo anterior se deriva, y esto es muy importante, que los filtros emocionales que ésta reúne, vistos en las herramientas simbólicas (instrumentos manuales de construcción, por otra parte), son “cosas” cuya exploración hermenéutica debería conducir a la transformación de la realidad como vehículo para cumplir las auto-promesas de sus sistemas de conocimiento, que son modernas en un sentido revolucionario.

Recordemos que el lenguaje del taller es mítico pero racional, remitámonos a Lyotard: la diferencia entre el lenguaje racional y el lenguaje de la pos-posmodernidad, que domina al medio donde el sujeto se reproduce, es que éste último puede reducir el conocimiento a los modelos del lenguaje tecnológico imperante; que tiene la extraña capacidad de anular o cohibir los imperativos humanistas, que incluso puede eclipsar la erotización de mis actos soberanos.

En efecto, el taller masónico pretende la permanente re-fundación del compromiso con los valores vitalistas de la Ilustración, vivimos en una batalla entre el fin ultra-pragmático y el pensamiento crítico.

El terreno de este conflicto entre el fin más pragmático y lo crítico es el lenguaje racional. Recordemos, para finalizar, que el “consumidor” está atrapado del lenguaje tecnológico (solo lo necesario para reproducirse como sujeto y apropiarse de la realidad según lo permitido por los relatos hegemónicos, todo lo demás se torna débil, subversivo… anti-sistema). En lo anterior asistimos a la vida humana medida como en la barata producción en serie y desechable y el continuo reality enmascarado de reportaje verídico, un simulacro de la realidad.

Ante esto, nos presentamos como el sujeto narrado de los grados masónicos, donde el conocimiento es una necesidad y erotización. Así, estas son algunas de las razones por las que la masonería puede tomarse como caso de estudio en una ambiciosa acción formativa que pretende analizar al libre pensamiento como uno de los pilares fundamentales en la arquitectura de las sociedades contemporáneas.